El dominio de Netflix en la industria del anime no deja de crecer. La plataforma ha desembolsado 3.573 millones de yenes (aproximadamente 24.3 millones de dólares) a la empresa japonesa IG Port, matriz de los reconocidos estudios Production I.G (Kaiju No. 8) y WIT Studio (Attack on Titan temporadas 1 a 3), durante el año fiscal que concluyó en mayo de 2025. Esta cifra no solo confirma el peso financiero de Netflix en el sector, sino que también pone sobre la mesa temas clave como la propiedad intelectual, los derechos de autor y la forma en que los estudios japoneses manejan sus producciones en una era de contratos opacos y plataformas globales.
Netflix y su rol como inversor directo, sin formar parte de comités de producción
Según el reporte financiero publicado por IG Port, Netflix Global, LLC. pagó 1.53 mil millones de yenes (10.4 millones USD) por concepto de derechos de streaming, lo cual fue registrado en el segmento de “negocio de derechos de autor” de la empresa. Aquí destaca especialmente la tercera temporada de Kimi ni Todoke, producida por Production I.G, como uno de los títulos con mayor peso económico, ya que el pago de la licencia fue realizado en una sola transacción. De hecho, Netflix representó el 40% de las ventas por derechos de autor de Production I.G, cuyo total ascendió a 3.956 millones de yenes.
Adicionalmente, Netflix Studios, LLC. pagó 2.04 mil millones de yenes (13.9 millones USD) por “producción de video”. Esta práctica refuerza el modelo que ha adoptado Netflix en la industria: mientras plataformas como Crunchyroll o HIDIVE suelen licenciar títulos o compartir derechos con otras empresas a través de comités de producción, Netflix opta por contratos directos con estudios, sin participar en dichos comités.
¿Qué es un comité de producción y por qué importa?
En Japón, la mayoría de los animes son financiados y producidos por comités de producción, donde varias empresas (editoriales, estudios, discográficas, cadenas de TV, etc.) invierten en el proyecto y comparten utilidades según su participación. Esto se ve reflejado en los derechos de autor, donde usualmente aparecen los nombres del autor original, la editorial y el comité.
Por ejemplo, aunque en los créditos de Kimi ni Todoke Season 3 aparece “© Karuho Shiina / SHUEISHA, Production I.G”, esto no significa que Production I.G haya financiado la serie. De hecho, IG Port aclaró en su reporte que ni la empresa ni sus subsidiarias invirtieron en este anime. Entonces, ¿por qué aparece su nombre? Probablemente porque el estudio es considerado coautor en el sentido audiovisual de la obra, pero no tiene derechos de explotación comercial significativos a menos que así lo indique el contrato.
En contraste, animes como Kaiju No. 8 presentan derechos de autor que omiten por completo la palabra “comité”, mostrando solo a los involucrados reales como “©JAKDF 3rd Division ©Naoya Matsumoto/SHUEISHA”, donde se sabe que participan empresas como Toho, Shueisha y Production I.G. Esta ambigüedad complica el rastreo del verdadero control creativo y financiero.
El lado opaco de la propiedad intelectual en el anime
Netflix suele operar fuera del sistema tradicional japonés. En lugar de integrar comités, adquiere derechos totales o parciales de distribución mediante contratos privados. Esto implica que, muchas veces, no aparece en los créditos ni se puede saber cuánto control tiene realmente sobre una obra. En algunos casos, como con Moonrise (animado por WIT Studio), la IP completa pertenece a Netflix (“© Netflix”), dejando fuera a los estudios del control futuro sobre el contenido.
Este modelo ha generado preocupaciones entre la industria japonesa. Terumi Nishii, veterana directora de animación, señaló en 2021 que, aunque los presupuestos de Netflix pueden duplicar los estándares tradicionales, los animadores no ven reflejado ese aumento en su salario. La metáfora que utilizó fue contundente: “como si lloviera en el desierto, pero el agua desaparece en la arena”, aludiendo a que el dinero se usa para cubrir déficits operativos de los estudios y no mejora las condiciones laborales.
¿Qué gana un estudio al ceder los derechos?
La cesión de derechos de autor a Netflix o a comités puede ser una necesidad para estudios sin capacidad de autofinanciamiento. Aunque representa una pérdida de control a largo plazo, también asegura el financiamiento inmediato y la posibilidad de sobrevivir en una industria de altísima competencia. Como explicó Jerome Mazandarani (Cannon Busters), los estudios se aseguran una parte del presupuesto para su margen de beneficio incluso antes de comenzar la producción, lo cual tampoco se traduce en mejor paga para animadores.
En casos donde los estudios sí logran conservar la IP, como cuando producen primero y luego venden a Netflix, pueden mantener el control de mercancía, distribución física (DVDs) y más. Sin embargo, esto implica asumir riesgos financieros.
Otros títulos recientes con derechos adquiridos totalmente por streamers
- Moonrise (WIT Studio – © Netflix)
- Rising Impact (Lay-duce – © Netflix)
- Leviathan (Orange y Qubic Pictures – © Netflix)
- Lazarus (MAPPA – © The Cartoon Network, Inc.)
Estos casos demuestran una tendencia donde los streamers buscan controlar completamente la IP para maximizar su explotación comercial, algo que puede afectar el desarrollo a largo plazo de la industria japonesa. En el caso de Leviathan, Justin Leach, fundador de Qubic Pictures, lamentó no poder comercializar el anime de forma independiente debido a que los derechos son de Netflix, lo cual limitó su marketing.
El futuro: ¿más dinero, menos transparencia?
Con el auge del anime a nivel global, plataformas como Netflix están presionando para que los períodos de licencia aumenten de 5 a 10 años y piden con mayor frecuencia la transferencia total de los derechos de autor, según reportes como el de Jitsugyo no Nihon Sha (diciembre 2024). Esto representa una amenaza a largo plazo para los estudios japoneses, que podrían quedar sin control sobre las obras que producen, mientras el verdadero rendimiento comercial queda oculto tras la falta de transparencia en los datos de audiencia.
Bloomberg también señaló en 2024 que algunos empleados de la industria japonesa desconfían de los datos de ventas proporcionados por Crunchyroll, lo que genera tensiones en los acuerdos de reparto de ingresos.
Conclusión
El pago de 24.3 millones de dólares de Netflix a IG Port no solo evidencia la enorme inversión que las plataformas están haciendo en anime, sino que también revela las complejidades legales y contractuales detrás de cada producción. En un ecosistema donde la autoría no garantiza control ni beneficios futuros, el reto para los estudios japoneses es equilibrar la necesidad de financiamiento inmediato con la preservación de su propiedad intelectual.
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Fuente: Anime Corner
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